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En Marsella, una de las puertas del continente europeo, Francisco participó en la clausura de los 'Encuentros Mediterráneos', un evento para dialogar sobre los problemas en la zona marítima del sur de Europa.
Y, precisamente allí, en la ciudad que el papa definió como “la sonrisa del Mediterráneo”, por su forma territorial, Francisco lanzó un contundente mensaje sobre la crisis migratoria. Pidió expresamente a Europa que garantice la llegada de los migrantes de forma legal y regular.
FRANCISCO
Contra la terrible lacra de la explotación de seres humanos, la solución no es rechazar, sino garantizar, en la medida de las posibilidades de cada uno, un gran número de admisiones legales, regulares, sostenibles mediante una acogida justa por parte del continente europeo, en el marco de la cooperación con los países de origen. Decir "basta", por el contrario, es cerrar los ojos; intentar "salvarse" ahora se convertirá en tragedia mañana.
Francisco expresó su preocupación por la visión que existe sobre los migrantes. Recalcó que son personas que se juegan la vida en el mar y que llegan a un puerto en busca de acogida.
FRANCISCO
Pero los que se juegan la vida en el mar no invaden, buscan acogida, buscan la vida.
Comprometámonos para que quienes forman parte de la sociedad se conviertan en sus ciudadanos de pleno derecho. Y hay un grito de dolor que resuena sobre todo, y que está transformando el 'mare nostrum' en 'mare mortuum': el Mediterráneo, de cuna de la civilización a tumba de la dignidad.
Francisco trazó durante su discurso un plan de ruta para Europa, pero también habló de lo que puede aportar la Iglesia a la hora de tratar el fenómeno de la migración.
El pontífice planteó seguir desarrollando una pastoral específica para los migrantes, con el objetivo de que las diócesis más expuestas puedan asegurar asistencia espiritual y humana a aquellos que llegan a puerto. También, habló de la posibilidad de crear una Conferencia de Obispos dedicada al Mediterráneo.
FRANCISCO
Pensando en el mar, que une a tantas comunidades creyentes diferentes, creo que podemos reflexionar sobre caminos más sinérgicos, quizás incluso considerar la oportunidad de una Conferencia Eclesial Mediterránea.
Pero el tema de la migración no fue el único al que hizo referencia el pontífice. Francisco también lanzó una serie de preguntas sobre los problemas a los que se enfrenta el mundo de hoy. Uno de ellos es el descarte de los ancianos.
FRANCISCO
¿Quién escucha los lamentos de los ancianos solitarios que, en lugar de ser valorados, son aparcados, con la perspectiva falsamente digna de una muerte dulce, en realidad, más salada que las aguas del mar?
Aunque este es uno de los mensajes que el papa ha repetido más ocasiones, volver a decirlo en Francia y en el contexto actual adquiere más importancia, ya que el gobierno del país prepara para las próximas semanas la tramitación de la ley de la eutanasia.
El presidente de Francia estuvo presente en el evento y, después de la clausura de los 'Encuentros Mediterráneos', mantuvo un encuentro privado con el papa Francisco de unos 30 minutos, al que después se unió la primera dama.
Emmanuel Macron le regaló al papa dos libros de autores franceses relacionados con el Mediterráneo. Por su parte, el papa le dio al presidente la medalla de oro del pontificado.
CA
