La celebración por los 60 años del inicio del Concilio Vaticano II comenzó así: con dos laicos leyendo algunos pasajes de sus principales documentos.
Recordaron el tono optimista que imprimió Juan XXIII en su discurso de apertura. El pontífice pidió no desanimarse ante quienes aseguraban que la Iglesia estaba peor que nunca sin recordar los problemas que rodeaban a otros concilios del pasado.
A Nosotros nos parece que hay que rechazar con decisión a estos profetas de desventura, que anuncian siempre el peor de los males, como si estuviera llegando el fin del mundo.
Los restos de Juan XXIII, que inició el Concilio y guió sus primeros pasos, se cambiaron de sitio. Pasaron del altar lateral en el que suelen estar a la nave central para que los asistentes pudieran verlo.
Luego, esta procesión recorrió la basílica en recuerdo de la misma que hace 60 años supuso la apertura del Concilio. Entre ellos había algunos que habían estado presentes por aquel entonces.
En su homilía, el Papa explicó por qué el Concilio fue la respuesta de la Iglesia a la pregunta que Jesús le hizo a Pedro. “¿Me amas?”. Francisco dijo que la relación de la Iglesia con Dios debe ser de amor y que no hay espacio para otros sentimientos.
FRANCISCO
Ya sea el progresismo que se acomoda al mundo, o el tradicionalismo o el “volver atrás” que añora un mundo pasado... No son pruebas de amor sino de infidelidad.
Francisco dijo que es necesario redescubrir el Concilio, donde se hizo un esfuerzo para que la Iglesia y los cristianos juzgaran menos y fueran más pastores y servidores.
FRANCISCO
Cuántas veces se prefirió ser “partidarios del propio grupo” en vez de servir a todos: progresistas y conservadores en lugar de hermanos y hermanas, de derechas o izquierdas en vez que de Jesús, erigirse como “custodios de la verdad” o “solistas de la novedad” en lugar de reconocerse como hijos humildes y agradecidos de la Santa Madre Iglesia.
Francisco pidió que los cristianos evitaran cualquier tipo de polarización. Dijo que eso supondría renegar de sí mismos y olvidar el amor por el que la Iglesia fue creada por Dios.
JRB/RM