Durante la audiencia general el papa advirtió contra un poderoso enemigo cuya estrategia es discreta pero destructiva: la acedia.
Hace perder el gusto por la vida y las pequeñas alegrías cotidianas. Aparece detrás del cansancio y lleva a ver todo gris, monótono y aburrido. Por eso refuerza la tentación de buscar evasiones de la realidad.
FRANCISCO
La acedia es definida como el “demonio del mediodía”, el demonio del mediodía: llega en medio de la jornada, cuando la fatiga está en su punto más alto y las horas que quedan nos parecen monótonas, imposibles de vivir.
Francisco animó a recobrar las ganas de vivir. Dijo que hay que tener la valentía para acoger el “aquí y ahora” en el que cada uno se encuentra. Y también lamentó que muchas buenas personas abandonen el camino del bien, engañados por el pensamiento de que sus vidas, así como están, no valen la pena.
FRANCISCO
Cuánta gente, en manos de la acedia, movidas por una inquietud sin rostro, ha estúpidamente abandonado el camino del bien que había emprendido.
El demonio de la acidia quiere destruir justo esa alegría sencilla del aquí y ahora, ese estupor grato de la realidad; quiere hacerte creer que todo es vano, que nada tiene sentido, que no vale la pena hacerse cargo de nada ni de nadie.
En la audiencia Francisco elogió públicamente al cardenal albanés de 95 años Ernest Simoni, que estaba presente. El purpurado al que él mismo creó cardenal en 2016 pasó casi tres décadas en una celda durante el régimen soviético. Francisco dijo que era un mártir en vida.
JRB