Francisco entró a la plaza de San Pedro en la que será su última audiencia general hasta el 9 de agosto, cuando vuelva de la JMJ en Lisboa.
El papa pasó entre los fieles en papamóvil y, como es habitual, se paró a bendecir a algunos niños. La banda sonora la puso el coro de Seises de la catedral de Toledo.
Continuando con su catequesis semanal sobre la evangelización, Francisco reflexionó sobre Mary MacKillop, una religiosa que dedicó su vida a la educación de los pobres en Australia a través de la fundación de escuelas y otras obras de caridad.
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Leyendo con sabiduría los signos de los tiempos, entendió que para ella la mejor forma de hacerlo era a través de la educación de los jóvenes, siendo consciente de que la educación católica es una forma de evangelización.
Francisco explicó que esta santa también tuvo dificultades, entre ellas, la gestión financiera de las escuelas y sus problemas de salud. La forma en la que afrontó su vida es, según el papa, el secreto de su celo apostólico.
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Sin embargo, en todo esto, permanecía tranquila, llevando con paciencia la cruz que es parte integrante de la misión. En una ocasión, en la fiesta de la Exaltación de la Cruz, Mary dijo a una de sus hermanas: “Hija mía, desde hace muchos años he aprendido a amar la Cruz”. Desde hace muchos años he aprendido a amar la Cruz. No se rindió en los momentos de prueba y de oscuridad, cuando su alegría era amortiguada por la oposición y el rechazo.
Como suele hacer al final de la audiencia, el papa dirigió sus oraciones a Ucrania.
CA