El papa Francisco llegaba al parque Eduardo VII, donde lo esperaban más de medio millón de jóvenes, para presidir uno de los eventos clave de la JMJ: el viacrucis.
Queridos hermanas y hermanos, buenas tardes.
Antes de comenzar, Francisco invitó a los jóvenes a vivir el viacrucis como un camino de acompañamiento a Jesús. El pontífice abrió un espacio de oración para reflexionar sobre las preocupaciones de la vida.
FRANCISCO
Yo les hago una pregunta ahora, pero no la contesten en voz alta. Cada uno se la contesta así mismo: “¿Yo lloro de vez en cuándo? ¿Hay cosas en la vida que me hacen llorar?” Todos en la vida hemos llorado y lloramos todavía, y ahí está Jesús con nosotros. El llora con nosotros porque nos acompaña en la oscuridad que nos lleva al llanto.
Hoy vamos a hacer el camino con él. El camino de su sufrimiento; el camino de nuestras ansiedades; el camino de nuestras soledades.
Durante el viacrucis, en cada una de las estaciones, se reflexionó sobre las inquietudes y problemas del mundo de hoy. Este es un ejemplo de ello.
El mundo en el que vivimos quizá no sea muy distinto. Guerras, bombardeos, tiroteos masivos, pero también violencia en los matrimonios y en las relaciones, maltrato infantil, acoso escolar, abuso de poder, familias en las que se lanzan palabras que son peores que las piedras.
Las meditaciones del viacrucis estuvieron acompañadas de música y representaciones teatrales mientras se trasladaba la cruz por el escenario. Algunas de ellas, estuvieron acompañadas por videomensajes con los testimonios personales de algunos jóvenes.
El viacrucis terminó al son de una canción mientras los 50 bailarines de 22 nacionalidades disntantas se acercaban al papa Francisco. Alguno no pudo contener su emoción.
CA