Pocos minutos después de las cinco de la tarde Francisco llegó a las “Fosas Ardeatinas”, cerca de Roma, donde lo esperaba un nutrido número de personas que lo saludaron cariñosamente.
El Papa estuvo acompañado por representantes de la comunidad judía y por miembros del ejército quienes le explicaron qué significa el monumento que preside este mausoleo.
“Aquel monumento simboliza, con esas tres personas, a todas las edades de las 335 víctimas que fueron jóvenes, niños, adultos y ancianos”.
En 1944, en este lugar a las afueras de Roma el ejército nazi ejecutó a 335 personas. Fue una represalia ordenada por el propio Hitler como respuesta al ataque de los partisanos contra 31 soldados nazis. Hitler ordenó que se asesinara al menos a 10 civiles italianos por cada soldado del Reich.
En el lugar de la matanza, el Papa se recogió en profunda oración durante unos minutos. En este mismo punto y, en grupos de cinco, los nazis iban asesinando a sus víctimas de un tiro en la nuca.
Después Francisco recorrió las grutas hasta la sala en la que están enterradas estas 335 personas, 12 de las cuales nunca pudieron ser reconocidas. Allí depositó una rosa blanca en algunas de las sepulturas donde reposan hombres, mujeres y niños y caminó en silencio. Fueron asesinados 68 militares y 255 civiles. De ellos, 73 eran judíos.
Ante las tumbas, el Papa pronunció una conmovedora oración.
FRANCISCO
“Haz, -¡oh Señor!-, que en este lugar consagrado a la memoria de los caídos por la libertad y la justicia nos quitemos “los zapatos” del egoísmo y de la indiferencia”.
Antes de marcharse, Francisco firmó en el libro de honor del mausoleo. Dejó un mensaje en el que lamenta que “estos son los frutos de la guera: odio, muerte y venganza” y concluye con una petición: “Perdónanos Señor”.