El Papa presidió esta ceremonia penitencial de Cuaresma que se enmarca dentro de la iniciativa “24 horas para el Señor”. En este 2019 se celebra la sexta edición de esta jornada especial dedicada a recordar la importancia del sacramento de la confesión y también de la adoración eucarística. Por eso, en cada diócesis se ha dispuesto que haya al menos una parroquia abierta las 24 horas.
La basílica de San Pedro se convirtió también en un gran confesionario con sacerdotes disponibles para quien quisiera acudir al sacramento de la reconciliación.
El Papa centró su homilía en la misericordia. Explicó que antes que tener en cuenta el pecado cometido, es necesario fijar la mirada en el pecador.
FRANCISCO
“Pidamos la gracia de una mirada semejante a la de Jesús, pidamos tener el enfoque cristiano de la vida, donde antes que el pecado veamos con amor al pecador, antes que los errores a quien se equivoca, antes que la historia a la persona”.
Francisco aseguró que con Jesús y su misericordia se transforma realmente el corazón del hombre, quien deja de vivir según la ley y vive según el amor.
FRANCISCO
“Con Jesús, misericordia de Dios encarnada, ha llegado el momento de escribir en el corazón del hombre, de dar una esperanza cierta a la miseria humana: de dar no tanto leyes exteriores, que a menudo dejan distanciados a Dios y al hombre, sino la ley del Espíritu, que entra en el corazón y lo libera”.
Pero el Papa también advirtió del poder del mal. Francisco aseguró que no se puede vencer el pecado sino es de la mano del amor de Dios. Por eso, invitó a todos a acercarse al sacramento de la confesión.
FRANCISCO
“La confesión es el paso de la miseria a la misericordia, es la escritura de Dios en el corazón. Allí leemos que somos preciosos a los ojos de Dios, que él es Padre y nos ama más que nosotros mismos. El perdón no es una fotocopia que se reproduce idéntica cada vez que se pasa por el confesionario. Recibir el perdón de los pecados a través del sacerdote es una experiencia siempre nueva, original e inimitable”.
A continuación la basílica de San Pedro se sumió en un profundo silencio para comenzar el examen de conciencia.
Pasados unos minutos, Francisco se acercó a un confesionario para recibir él también el sacramento de la reconciliación. Después, él mismo entró en uno para confesar a algunas de las personas que habían acudido a esta ceremonia del perdón.