El Papa Francisco atravesó las calles de Bucarest en un coche de marca rumana, un Dacia.
En el Palacio de Cotroceni le esperaba el presidente Klaus Iohannis y su mujer Carmen Lăzurcă.
El ejército recibió al Papa con todos los honores.
Tras el desfile militar, el Papa se desplazó al interior del palacio; una elegante y señorial estructura de finales del siglo XIX.
Allí Francisco se reunió a puerta cerrada con el presidente Iohannis y con la primera ministra, Viorica Dăncilă.
Varios minutos más tarde, el presidente y el pontífice hablaron ante autoridades civiles y religiosas del país.
KLAUS IOHANNIS
“Es una gran alegría para mí, como presidente de Rumanía, recibirle a usted en nombre de todos los rumanos en Bucarest, en el Palacio de Cotroceni, y dedicarle un 'Bienvenido en Rumanía' ”.
Rumanía ha sufrido el peso de décadas de régimen comunista y de la emigración. La pobreza ha llevado a emigrar al 14% de su población en los últimos 30 años. Francisco dedicó a esta situación sus primeras palabras.
FRANCISCO
“Pensar a los hermanos y hermanas que están en el extranjero es un acto de patriotismo y un acto de fraternidad, un acto de justicia. Continuad haciéndolo”.
Luego les transmitió un mensaje de esperanza, suave pero exigente. Recordó los logros conseguidos desde la caída del comunismo, como el aumento de libertades y la instauración de la democracia. Sin embargo dijo que el país debe cambiar de mentalidad.
FRANCISCO
“Para afrontar los problemas de esta nueva fase histórica, para individuar soluciones eficaces y encontrar la fuerza para aplicarlas, es necesario que crezca la colaboración positiva de las fuerzas políticas, económicas, sociales y espirituales. Es necesario caminar juntos. Se trata de mejorar, además de las condiciones materiales, el alma de vuestro pueblo”.
El Papa dijo que la unidad de los actores sociales implica sacrificios y creatividad.
Los presentes aplaudieron el discurso del Papa, quien al terminar saludó al primado de la Iglesia ortodoxa de Rumanía, el patriarca Daniel.
