República Democrática del Congo es uno de los polvorines de África. Tiene todos los elementos de un país ingobernable: corrupción y eternos conflictos armados entre grupos religiosos, sectas y etnias. El resultado son 4 millones de desplazados internos y 500.000 refugiados venidos de otros países. Dramas como el de los niños soldado son una pequeña parte de los males colaterales generados por esta maraña de enfrentamientos.
Para colmo de los males el único interlocutor con prestigio, la jerarquía católica, está sufriendo continuas provocaciones por parte del gobierno.
El domingo pasado el ejército atacó a varios cristianos que se manifestaban contra el presidente Joseph Kabila. El resultado fueron 6 víctimas mortales y más de 100 arrestos en todo el país. Al menos 10 sacerdotes y dos religiosas han sido secuestrados por las fuerzas del orden. La rabia de los cristianos afectados pesa como una losa sobre los obispos que incansablemente hacen esfuerzos para que gobierno y oposición se den la mano.
“Pedimos la marcha de Joseph Kabila. No puede masacrar a la gente así. Tenemos una constitución y la está violando, asesina a los manifestantes. Esto no es normal. Pedimos que se marche”.
El presidente Joseph Kabila llegó al poder en el 2001 y amenaza con perpetuarse en el cargo. Su mandato debería haber terminado en diciembre de 2016. Sin embargo rompió su compromiso de convocar elecciones para finales de 2017. Éstas, quizás, serán convocadas a finales de este año.
Desde Roma el Papa sigue de cerca la evolución de los acontecimientos. En septiembre de 2016 se reunió con Kabila y en el pasado noviembre convocó una jornada de oración por la situación en el país. Sus llamamientos por la paz han sido constantes, hasta desde su viaje en Perú.
FRANCISCO
“Todos juntos, en silencio, rezamos por esta intención, por nuestros hermanos de la República Democrática del Congo”.
Naciones Unidas tiene desplegadas en el terreno a casi 16.000 militares pero es incapaz de hacerse con la situación. En el pasado diciembre sufrieron un ataque que dejó 14 bajas y 40 heridos. El peor ataque de la historia reciente que han sufrido los cascos azules.
