El Papa ha concluido uno de los puntos de la audaz reforma económica del Vaticano: conseguir que la entidad financiera de la Santa Sede, el Instituto para las Obras de Religión, sea más transparente. Para eso, a partir de ahora, por ley y por primera vez en su historia, sus cuentas serán revisadas por una auditoría externa.
Se trata de un paso importante que sigue la línea emprendida por Benedicto XVI, quien, para evitar el lavado de dinero en el Vaticano, hizo que la Santa Sede se vinculase a la Unión Europea desde el punto de vista monetario. De esta forma fue obligatorio reformar el sistema del Instituto para las Obras de Religión para adecuarse a los estándares de transparencia y control exigidos por Bruselas.