El sacerdote Pedro Opeka recibió personalmente al Papa para mostrarle Akamasoa, la Ciudad de la Amistad que construyó sobre un basurero para dar una vida digna a quienes sobrevivían buscando entre los desperdicios.
Luego, Francisco se quedó sin palabras ante el recibimiento que le dieron cuando entró en este pabellón.
Los niños habían preparado una canción en español y una coreografía con la que saludaron al Papa.
La escena conmovió a la primera dama del país, que estaba sentada junto al presidente, detrás del Papa.
Luego habló Pedro Opeka. Es un misionero de la Congregación de la Misión, fundada por San Vicente de Paul. Fue nominado al Nobel de la Paz por haber sacado de la extrema pobreza a miles de personas con esta ciudad.
Explicó al Papa que Akamasoa nació gracias a la fe, el trabajo, la escuela, el respeto recíproco y la disciplina. Él siempre estuvo convencido de que estas personas eran capaces de salir de la miseria.
PEDRO OPEKA
Este era un lugar de exclusión, sufrimiento, violencia y muerte. Después de 30 años, la Divina Providencia creó un “oasis de esperanza” en la que los niños han readquirido su dignidad, los jóvenes han regresado a la escuela, los padres han empezado a trabajar para preparar un futuro a sus hijos.
Una niña le contó las actividades que realizan, y luego le entregó unos regalos de parte de sus madres.
El Papa reconoció que Akamasoa es una ciudad de esperanza, que muestra que la pobreza se puede vencer.
FRANCISCO
Vuestros gritos al no poder tener un techo en el que vivir, al ver crecer a vuestros niños en la desnutrición, al no tener trabajo, ante la mirada indiferente —por no decir despreciativa— de tantos, se transformaron en cantos de esperanza para vosotros y para quienes os contemplan. Cada rincón de estos barrios, cada escuela o dispensario es un canto de esperanza que desmiente y silencia toda fatalidad.
El Papa saludó también al superior de la Congregación de la Misión, Tomaz Mavric, que le acompañó durante su visita a este lugar.
Cuando ya estaba marchándose, una niña le entregó una sorpresa al Papa.
Y antes de irse, Francisco se giró para mirarlos por ultima vez.
Luego Pedro Opeka acompañó al Papa por las calles de Akamasoa en papamóvil hasta una enorme cantera en la que trabajan muchos de sus habitantes.
Aquí el Papa saludó a alguna de las obreras. Le contó que llevan 30 años en este lugar rompiendo granito para ganarse la vida.
Allí Francisco rezó por los trabajadores, por los niños forzados a trabajar, por los emprendedores y por las personas que no tienen trabajo.
Francisco se marchó con entusiasmo entre empujones... Luego, recorrió toda la zona con el papamóvil. Estaba muy contento. Jamás olvidará este día.