Francisco había regresado el martes por la tarde de un largo viaje a Mozambique, Madagascar y Mauricio. Sin embargo el miércoles por la mañana no faltó a su cita semanal con los peregrinos en San Pedro.
Reflexionó sobre lo que vivió en los últimos días en África.
En primer lugar recordó el papel crucial que la Iglesia está jugando en el proceso de paz de Mozambique.
FRANCISCO
Aquí querría detenerme para darle las gracias a la comunidad de San Egidio que ha trabajado mucho en este proceso de paz.
Sobre Madagascar recordó su visita a la Ciudad de la Amistad, Akamasoa, donde se acoge a los más necesitados. También dijo que le marcó rezar junto a los trabajadores de la cantera.
Al reflexionar sobre la pobreza el Papa señaló las deficiencias de un sistema demasiado centrado en la búsqueda del bienestar porque es excluyente.
FRANCISCO
El Evangelio, las bienaventuranzas, son el antídoto contra este bienestar egoísta y discriminatorio.
El Papa dijo que en Mauricio le sorprendió mucho notar el buen clima que había entre los líderes de distintas religiones. Recordó lo mucho que le sorprendió el ramo de flores que le envió el Gran Imán como símbolo de fraternidad.
Al terminar, Francisco confesó una costumbre personal.
FRANCISCO
Antes de iniciar un viaje y al regresar siempre voy a visitar a la Virgen, a la Salus Populi Romani, para que como madre me acompañe durante el viaje. Que me diga qué hacer, que guíe mis palabras y mis gestos. Con la Virgen me siento seguro.
Este fue el cuarto viaje de Francisco a África y el segundo al África negra. A finales de año puede que realice un último viaje internacional al Extremo Oriente.
Javier Romero Bedate