Demasiado académico, demasiado correcto, demasiado neoclásico y hasta demasiado frío... pero entonces, llegaron estas lágrimas que lo cambiaron todo.
Están en el rostro doliente de María Magdalena.
GIUSEPPE PAVANELLO
Comisario de la exposición
“Estas lágrimas de la Magdalena derivan de la Dafne de Bernini es decir, de una escultura barroca. Es importante porque ya en aquella época los críticos decían que se trataba de una obra completamente hija del corazón. Por tanto, ¿dónde está el neoclasicismo en esta escultura?”
Esta Magdalena penitente cambió para siempre la forma de mirar la obra de Antonio Canova. Ahora Roma le rinde homenaje con esta exposición que examina la relación del artista con la Ciudad Eterna, de la que nunca quiso que saliera ni la más pequeña de sus esculturas.
Canova centró sus esfuerzos en evitar que el arte romano se dispersara por el mundo.
GIUSEPPE PAVANELLO
Comisario de la exposición
“También se ha querido destacar la relación de Canova con Roma como inspector de las Bellas Artes. Él tuvo este cargo dado por el Papa Pío VII para defender el patrimonio artístico romano, sobre todo, de que salieran fuera de Roma”.
Aunque no siempre pudo cumplir con éxito con este encargo papal de inspector general de Antigüedades y Bellas Artes de los Estados Pontificios. Algunas batallas las perdió, como en el caso de esta obra, el fauno Barberini, epítome de la perfección helenística. Canova no pudo retenerlo en Roma y tras años de tensiones diplomáticas, acabó en Baviera.
Pero no todo fueron derrotas en esta empresa.
GIUSEPPE PAVANELLO
Comisario de la exposición
“La familia Giustiniani quería vender dos cipos funerarios antiguos. Nadie los compraba en Roma, pero sí había compradores extranjeros. Los compró él y se los regaló a los Museos Vaticanos”.
Uno de estos cipos que Canova donó es este que ahora puede disfrutarse en la exposición como un símbolo del amor del artista por Roma y por su arte.
También queda patente su fascinación por el Papado como testimonian estos retratos en mármol de Clemente XIII... y de Pío VII...
Era el periodo de la dominación francesa en la península itálica, cuando Napoleón secuestró precisamente al Papa Pío VII y se lo llevó de Roma... Canova esculpe la historia.
De entonces es también esta escultura en la que el artista refleja su particular interpretación de la religión... Quería regalar la estatua completa para la basílica de San Pedro, pero algunos canónigos se opusieron y Canova solo realizó este busto.
Profundamente respetuoso con el arte clásico, nunca copió ninguna escultura antigua. Concebía el Clasicismo como el punto de partida de su producción artística, llena de delicadeza, armonía y una belleza eterna... como la de esta bailarina con las manos en la cintura... un poema en mármol con el que nos despide esta muestra en la Ciudad Eterna.
Ángeles Conde