Durante su homilía en Casa Santa Marta, el Papa Francisco invitó a rezar con fe, perseverancia y valentía en este momento de dificultades por la pandemia.
FRANCISCO
La fe y la perseverancia van juntas, porque si tienes fe estás seguro de que el Señor te dará lo que pidas. Y si el Señor te hace esperar, insiste, insiste, insiste, al final el Señor da la gracia. Pero el Señor no actúa así para hacerse al interesante o para decir 'mejor que espere': no. Lo hace por nuestro propio bien, para que tomemos las cosas en serio.
El Papa pidió preguntarse si en estos días en que es necesario rezar, rezamos con fe en que el Señor puede intervenir. Y recordó que “Dios no decepciona”.
TEXTO DE LA HOMILÍA EN ESPAÑOL
(Fuente: Vaticano)
Este padre pide salud para su hijo. El Señor reprocha un poco a todos, pero también a él: “Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”. El funcionario, en lugar de callar y estar en silencio, se adelanta y le dice: 'Señor, baja, antes de que mi hijo muera'. Y Jesús le respondió: 'Ve, tu hijo vive'.
Existen tres cosas que se necesitan para hacer una verdadera oración. La primera es la fe: si no tienen fe... Y muchas veces, la oración es sólo oral, de la boca... pero no viene de la fe del corazón, o de una fe débil... Pensemos en otro padre, el del hijo demonizado, cuando Jesús respondió: 'Todo es posible para el que cree'; el padre, como dice claramente: 'Yo creo, pero aumenta mi fe'. La fe en la oración. Rezar con fe, tanto cuando rezamos fuera, como cuando venimos aquí y el Señor está allí: pero ¿tengo fe o es un hábito? Tengamos cuidado en la oración: no caigamos en el hábito sin la conciencia de que el Señor está ahí, que estoy hablando con el Señor y que Él es capaz de resolver el problema. La primera condición para la verdadera oración es la fe.
La segunda condición que el mismo Jesús nos enseña es la perseverancia. Algunos piden pero la gracia no llega: no tienen esta perseverancia, porque en el fondo no la necesitan, o no tienen fe. Y el mismo Jesús nos enseña la parábola de ese señor que va donde el vecino a pedir pan a medianoche: la perseverancia para llamar a la puerta... O la viuda, con el juez injusto: e insiste e insiste e insiste: es la perseverancia. La fe y la perseverancia van juntas, porque si tienes fe estás seguro de que el Señor te dará lo que pidas. Y si el Señor te hace esperar, golpea, golpea, al final el Señor da la gracia. Pero no lo hace, el Señor, para hacerse al interesante o para decir 'mejor que espere': no. Lo hace por nuestro propio bien, para que tomemos las cosas en serio. Tomar en serio la oración, no como los papagayos: bla, bla, bla, bla, bla y nada más... El mismo Jesús nos reprocha: 'No sean como los gentiles que creen en la eficacia de la oración y en las palabras, muchas palabras'. No. Es la perseverancia allí. Es la fe.
Y la tercera cosa que Dios quiere en la oración es la valentía. ¿Alguien puede pensar: se necesita valor para rezar y estar ante el Señor? Se necesita. El coraje de estar ahí pidiendo y yendo adelante, casi – casi, no quiero decir herejía – pero casi como amenazando al Señor. El coraje de Moisés ante Dios cuando Dios quiso destruir al pueblo y hacerlo jefe de otro pueblo. Dice: 'No. Yo con el pueblo'. Coraje. El coraje de Abraham, cuando negocia la salvación de Sodoma: '¿Y si fueran 30, y si fueran 25, y si fueran 20?': ahí, valentía. Esta virtud de la valentía, requiere mucho. No sólo por las acciones apostólicas, sino también por la oración.
Fe, perseverancia y valentía. En estos días en que es necesario rezar, rezar más, pensemos si rezamos de esta manera: con fe en que el Señor puede intervenir, con perseverancia y con coraje. El Señor no decepciona: No decepciona. Nos hace esperar, se toma su tiempo, pero no nos decepciona. Fe, perseverancia y coraje.
Daniel Díaz Vizzi