Francisco presidió una Misa por todos los fieles difuntos en la iglesia del Cementerio Teutónico del Vaticano. En la celebración solo participaron un pequeño grupo de personas, como medida de prevención ante la pandemia. Todos, excepto el Papa y los miembros del coro, llevaban máscaras.
En su homilía, Francisco reflexionó sobre la escena en la que Job, a pesar de su inmenso sufrimiento, seguía con la esperanza y la certeza de que algún día vería a Dios.
FRANCISCO
'Esta certeza, precisamente en el momento en que su vida parece haber terminado, es la esperanza cristiana. Esa esperanza es un regalo que no podemos obtener solos. Es un don que debemos pedir: 'Señor, dame esperanza'.
También meditó sobre la lectura del Evangelio, en la que San Pablo dice que la esperanza no defrauda, sino que da sentido a la vida y nos atrae hacia la alegría eterna.
FRANCISCO
'La esperanza es un ancla que tenemos en el otro lado, y nosotros nos aferramos a la cuerda: 'Sé que mi Redentor está vivo. Lo veré'. Esto es algo que debemos repetir, en momentos de alegría, en momentos de dificultad, en el momento de la muerte'.
Alertó sobre la tentación de desesperarse y pensar que no hay nada después de la muerte. Dijo que la esperanza en Dios nunca decepciona.
Después de la Misa, Francisco visitó el Cementerio Teutónico para bendecir y rezar por los difuntos. También expresó su cercanía a todas las víctimas de coronavirus y a aquellos que han fallecido cuidándolos.
Al terminar, se trasladó a las grutas del Vaticano, debajo la Basílica de San Pedro, para rezar ante las tumbas de sus predecesores.
CT
Traducción: Daniel Díaz Vizzi