En marzo el Papa cumplió siete años como pontífice y en medio del período más crítico de la pandemia, este gesto marcó la historia de su pontificado.
A sus 83 años, bajo la lluvia, a 11 grados centígrados y ante una imponente y desierta Plaza de San Pedro, Francisco envió este mensaje la humanidad.
FRANCISCO
Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos.
En marzo, la enorme fila de peregrinos para entrar a la Basílica de San Pedro se esfumó a causa de la pandemia.
La misma escena se repitió en los Museos Vaticanos.
El Papa dejó de celebrar eventos con peregrinos. La Audiencia General y el Ángelus se realizaron a puertas cerradas; sus misas diarias fueron transmitidas a todo el mundo a través de internet y en ellas envió un mensaje a aquellos en primera línea de lucha contra la pandemia.
FRANCISCO
Agradezco a todos los cristianos, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que rezan en este momento, todos unidos, sin importar la tradición religiosa a la que pertenecen.
El Papa concedió la indulgencia plenaria a las personas en riesgo de muerte y a enfermos del COVID19, a sus familiares, personal médico y a los que se ocupan de ellos.
Fuera de los muros del Vaticano, para el turista que viene a Roma, tomar una buena foto junto la Fontana di Trevi, Trinità dei Monti o Piazza Spagna puede ser una aventura por el gran número de personas que suelen visitar las majestuosidades romanas, una postal que ha cambió radicalmente.
Cada día al final de la tarde las personas salían desde sus ventanas y para romper el silencio con música.
La consigna era entonar el himno nacional.
Pero también improvisaron otros ritmos.
Una escena que se repetía cada día y con la que luchaban por no perder la alegría en el período más duro de la pandemia...
Daniel Díaz Vizzi
