Él era el papa de los últimos; ella, la monja que los acogía. Sencilla y discreta, Sor Geneviève, de 81 años, vive en una caravana de circo a unos 30 kilómetros del centro de Roma.
Desde 2022, cada miércoles iba a las audiencias generales. Llevaba a grupos de migrantes y personas transexuales a conocer al pontífice.
Una vez, Francisco le correspondió el gesto. El pasado verano fue a verla al lugar donde hace su pastoral. Ni más ni menos, que un parque de atracciones.
Nueve meses después, esta es la imagen. Cuando llevaron el cuerpo de Francisco a la basílica, colándose entre cardenales y guardias suizos, allí estaba ella.
Con el perfil bajo que la caracteriza, se puso en una esquina. Mochila al hombro y vestida con el hábito azul de su orden, no pudo evitar las lágrimas. Siete largos minutos rezando delante del féretro de Francisco.
Ella no solo rezaba ante el papa; Sor Geneviève estaba dando el último adiós a su gran amigo.
CA