Las relaciones entre la Santa Sede y Gran Bretaña fueron tensas desde el cisma anglicano del siglo XVI.
De hecho, en el colegio inglés de Roma está el llamado “Libro Rojo”. Allí se apuntaron los nombres de los sacerdotes que estudiaron allí y que de vuelta a Inglaterra fueron asesinados por la persecución desencadenada contra los católicos.
PR. MAURICE WHITEHEAD
Archivista
Muchos de los estudiantes, en los últimos años de Isabel I, y en el siglo XVII, adoptaron una nueva identidad cuando llegaron a Roma. Tomaban un nuevo nombre, un nuevo par de nombres -un nuevo nombre de pila, un nuevo apellido- para disfrazarse de los espías del gobierno inglés que vigilaban el colegio.
Aunque la situación mejoró notablemente en las últimas décadas. 1982 fue un año clave porque Vaticano y Gran Bretaña elevaron al rango de nunciatura y embajada sus delegaciones diplomáticas. Este fue el primer paso que permitió la visita de Juan Pablo II a la isla. Fue el primer papa en caminar en suelo inglés desde el cisma.
En 2010 Benedicto XVI también viajó hasta allí.
Y a lo largo de las últimas décadas también se ha visto a la familia real británica en el Vaticano con cierta regularidad. Isabel II se reunió con todos los papas menos con Pablo VI.
Y al rey Carlos se le pudo ver también con Francisco cuando aún era príncipe. De hecho estuvo presente en la canonización de John Henry Newman, el cardenal teólogo que vivió en la Inglaterra anticatólica del siglo XIX.
La última señal de las buenas relaciones actuales entre los dos Estados la remarcó el propio embajador ante la Santa Sede, Christopher Trott. Recordó que el enviado papal que estuvo en la coronación de Carlos III siguió la celebración desde el interno de la Abadía de Westminster; un hecho que nunca había sucedido desde 1553. Además Francisco hizo a los monarcas británicos un regalo muy especial: un fragmento de la Vera Cruz.
JRB