Vaticano Confidencial: Lo que la película ‘Cónclave’ no cuenta del Papa y los cardenales

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18/03/2025
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Como buena película dramática, el ‘Cónclave’ que protagoniza Ralph Fiennes, presenta una historia de luchas de poder e intrigas realmente atractiva. Una narración basada en la ambición de numerosos cardenales por llegar a una posición de poder que podía ser cierta en el siglo XVI.

Hay que recordar que desde el año 1870, con la creación del Estado Italiano, el papado perdió cualquier poder temporal. Los grandes palacios de Roma son hoy propiedad del Estado Italiano. La Ciudad del Vaticano ha quedado reducida a un espacio de 44 hectáreas, más pequeño que muchos parques de Roma, con un presupuesto inferior al de muchas universidades norteamericanas, por poner un ejemplo.

Y es que ejercer de Papa en el siglo XXI tiene mucho más de servicio que de poder. Supone besar los pies a criminales en alguna cárcel de Roma, como ocurrió en Rebibbia hace pocos meses. Y también a señores de la guerra de Sudán del Sur, a los que el Papa suplicaba por la paz.

Ser Papa es visitar países donde te jugas la vida y donde ningún otro líder mundial se atreve a visitar, arruinados por la violencia, como fue el caso de la República Centroafricana en 2015 o Irak, en 2021.

Las tareas de un papa en el Vaticano incluyen recibir a todo tipo de personas, comer con personas sin techo o enfermos, con los que no siempre puedes mantener conversación. Abrazar y consolar a personas que han sufrido una tragedia, que han abandonado la esperanza.

Lo que la ficción ‘Cónclave’ no cuenta es la jornada diaria de un papa o la de muchos de los cardenales que trabajan en la Curia. Un empeño constante para atender y gestionar problemas y desafíos de la Iglesia en todo el mundo. Sin el trabajo de muchos cardenales, la labor del Papa se vería notablemente frenada.

Por todo ello, plantear que gran parte de los cardenales se rebajen a dar puñaladas por la espalda o difamar a posibles rivales para alcanzar el poder puede funcionar como ficción, pero es insostenible en la realidad. Sobre todo, porque más que un poder, lo que el Vaticano tiene es autoridad. Una autoridad moral que, con sus errores e imperfecciones, se mantiene en pie desde hace más de 2.000 años, pese a quien pese.

AO

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