El papa abrió la Puerta Santa de una cárcel romana en pie.
Al contrario que al inicio del jubileo en el Vaticano, el pontífice de 88 años mostró una versión más enérgica y no se quedó en la silla de ruedas.
Francisco quiso visitar una prisión para hablar a los encarcelados de esperanza.
FRANCISCO
Los corazones cerrados, corazones duros, no ayudan a vivir. Por eso, la gracia de un Jubileo es romper, abrir… y, sobre todo, abrir los corazones a la esperanza.
Tras la apertura solemne del Jubileo Francisco decidió poner el dedo en una llaga social: el problema de las cárceles, donde en 2024 los suicidios, hasta la visita papal, rozaron los 90 solo en Italia a causa de la saturación y la falta de personal para atenderlas.
FRANCISCO
POOL AIGAV
La primera Puerta Santa que abrí fue San Pedro la otra noche. La segunda Puerta Santa es esta basílica. Hoy la cárcel se ha convertido en una basílica, entre comillas.
Muchos de estos presos no son los peces gordos. Los peces gordos tienen la astucia y se quedan fuera. Y debemos acompañar a los detenidos.
Ya en el Vaticano el papa se asomó a la ventana de los apartamentos pontificios para rezar el ángelus con los peregrinos. Desde allí volvió a pedir que se perdone la deuda de los países más pobres.
FRANCISCO
La cuestión de la deuda está ligada a la de la paz y del mercado negro de las armas. Basta colonizar a los pueblos con las armas. Trabajemos para el desarme.
En ese día se celebraba la fiesta de San Esteban, el primer mártir cristiano, un día que, en Italia, es festivo.
JRB