Francisco eligió como destino de su viaje internacional número 47 la isla de Córcega. Allí se desplazó para clausurar un congreso sobre la religiosidad popular.
Las calles de esta pequeña localidad estaban llenas de lugareños ansiosos por saludar al papa. Alguno, como esta anciana de 108 años lo consiguió y hasta se llevó la bendición papal.
En el congreso el papa reflexionó sobre el poder de la piedad popular para evangelizar en un mundo secularizado donde los católicos tienden, en algunos escenarios, a esconder su fe.
FRANCISCO
La fe no es un hecho privado. Debemos prestar atención a esta idea, diría, herética, de la privatización de la fe.
Al mismo tiempo pidió a los obispos que eviten cualquier tipo de manipulación ideológica de la piedad popular.
FRANCISCO
Y también debemos prestar atención para que la piedad popular no se use, se instrumentalice por grupos que pretenden reforzar su propia identidad de manera polémica, alimentando particularismos, antagonismos y posturas o actitudes excluyentes.
Dijo que el escenario actual, donde cada vez hay menos creyentes, ofrece oportunidades de aprendizaje para los católicos, porque les obliga a evangelizar sin imponer su fe.
Durante la misa se pudo ver al papa con los ornamentos rosas típicos del tercer domingo de adviento; donde el color litúrgico morado se mezcla con el blanco de la alegría por la proximidad del nacimiento de Cristo.
Córcega recibió al papa con los brazos abiertos. Miles de personas salieron a las calles para saludar al papa. Los bomberos le salieron al encuentro para que bendijera a su patrona. Y otros hasta le consiguieron detener el papamóvil para regalar a Francisco pizzas con forma de corazón.
Antes de irse el papa tuvo un encuentro político muy esperado: con el presidente francés, Emmanuel Macron.
JRB