La toma de la ciudad de Alepo por parte de los rebeldes yihadistas deja un futuro incierto para unos 25.000 católicos en Siria.
Las iglesias por ahora siguen abiertas, aunque hay toque de queda impuesto por los radicales, y el clero permanece en el país. Obispos de todas las confesiones han llamado a estar unidos en un clima que vuelve a ser de incertidumbre y miedo.
Muchos barrios y edificios enteros han quedado destruidos en la que es la segunda ciudad más importante del país y patrimonio de la UNESCO. Grupos humanitarios como los Cascos Blancos están haciendo balance de las cifras y ayudando a sacar a los civiles de los escombros.
Los ataques llegaron incluso a una escuela franciscana el pasado 1 de diciembre. El custodio de Tierra Santa señaló que cayó una bomba allí durante los ataques, pero que no hubo víctimas mortales ni heridos.
Siria ahora vuelve a estar en el punto de mira. Los rebeldes, apoyados por Rusia, reavivaron una guerra del que país no se llegó a recuperar. Este conflicto ya había dejado unos 300.000 fallecidos y unos seis millones de desplazados.
CA
