En un viaje express fuera de los muros vaticanos, Francisco visitó la Gregoriana, la universidad pontificia más antigua de Roma. Fue por el día de su fiesta anual, el Dies academicus.
El papa habló de la importancia de que los docentes también cuiden de sus alumnos, más allá de intelectualismos y egos. De hecho, para ponerlo sobre el terreno, el pontífice explicó la anécdota de un profesor que, al entrar en su aula, se la encontró vacía.
FRANCISCO
Cuando el vacío fue evidente, decidió salir y preguntar al conserje qué había ocurrido. El hombre que siempre se había mostrado azorado parecía distinto, más animado, cuando señaló el cartel que habían colocado en la puerta después de que él entrara. Decía: “Aula ocupada por el ego sobredimensionado. Ningún lugar libre”. Una travesura estudiantil durante el 68 del siglo pasado.
Francisco también explicó cómo le gustaría que fuesen todas las universidades.
FRANCISCO
Menos cátedras, más mesas sin jerarquías, unos al lado de otros, todos mendigando conocimiento, tocando las heridas de la historia. Con este estilo, el Evangelio podrá convertir los corazones y responder a las preguntas de la vida.
Fue San Ignacio de Loyola el que sentó las bases de esta institución jesuita. Lo hizo en 1551. Por sus aulas han pasado santos como Óscar Romero o papas como Pío XII, Pablo VI o Juan Pablo I. Actualmente, cuenta con casi 3.000 estudiantes de 121 nacionalidades.
CA