No ha sido habitual que el Vaticano publicase una carta del papa a los nuevos cardenales. Estos participarán en el consistorio del fin de semana de la Inmaculada, en diciembre, y son 21.
Lo primero que les dice el papa es que a partir de ahora pasarán a formar parte del clero de Roma. Y en segundo lugar les pide que apliquen lo que decía el poeta argentino Francisco Luis Bernández de san Juan de la Cruz: “ojos altos, manos juntas, pies desnudos”.
Ojos altos para ensanchar la mirada y, dice el papa, también el corazón. Manos juntos porque la oración es el escenario ideal donde discernir la voluntad de Dios. Pies desnudos para tocar la realidad de aquellos lugares donde se sufre.
Suele ir en la línea con la homilía que el papa suele pronunciar en cada consistorio, en las que les advierte contra las tentaciones de la soberbia o la mundanidad.
FRANCISCO
Así, por ejemplo, el rojo púrpura del hábito cardenalicio, que es el color de la sangre, se puede convertir, por el espíritu mundano, en el de una eminente distinción. Ya no serás el pastor que está cerca de la gente, porque te serás “la eminencia”. Cuando te sientas así, estarás fuera del camino.
De hecho en la carta el papa les dice que reza por ellos para que no se dejen seducir por la importancia del título que se les ha conferido. Dice que espera que les guste más ser conocidos como servidores que como eminencias. También resalta que el significado original de la palabra diácono no es el de ser clérigo sino el de ser un servidor.
JRB