En la fiesta del Santísimo Nombre de María, el Papa Francisco celebró una misa junto a unas 50.000 personas que casi llenaron el Estadio Nacional de Singapur.
El papa dedicó tiempo a saludar a los asistentes, muchos de los cuales iban vestidos de amarillo y blanco para representar la bandera vaticana.
La misa se abrió con un himno dedicado a María Inmaculada.
En su homilía, el Papa reflexionó sobre el concepto de «gran metrópoli» que es Singapur y recordó que estas impresionantes obras sólo son posibles gracias al amor.
FRANCISCO
A veces ocurre que la grandeza y magnitud de nuestros proyectos pueden hacernos olvidar esto y nos ilusionamos pensando que podemos, solo con nuestras fuerzas, ser los únicos autores de nuestra vida, de nuestra riqueza, de nuestro bienestar, de nuestra felicidad. Pero, al final, la vida nos devuelve siempre a una realidad: sin amor, no somos nada».
Reflexionando sobre el amor, el papa animó a los asistentes a responder generosamente a las necesidades de los pobres, como hicieron los santos.
El papa concluyó su homilía recordando la figura del misionero San Francisco Javier, quien evangelizó tanto por aquella región durante el siglo XVI. Hoy, cientos de años después, el catolicismo es la única religión que crece en Singapur.
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