Si hay algo que Francisco puso en el centro antes incluso de convertirse en papa, fue la importancia de mirar hacia las periferias. Y así, once años después, demuestra que este viaje es un absoluto refuerzo para estar cerca de los más olvidados.
Esto no solo se intuye con con el hecho de que haya visitado Papúa Nueva Guinea, el lugar más lejano en el que ha estado; también el propio Francisco habló de ello. Fue durante la misa en la capital, a la que acudieron 50.000 personas distribuidas en dos estadios.
FRANCISCO
Y vosotros, hermanos y hermanas, que habitáis esta tierra tan alejada del Pacífico, tal vez tengáis la imaginación de que estáis separados; separados del Señor, separados de la humanidad, y eso no está bien. No. Estáis unidos; unidos en el Espíritu Santo; unidos en el Señor. El Señor dice a cada uno de vosotros: abrid. Abríos. Esto es lo más importante: abrirnos a Dios, abrirnos a los hermanos, abrirnos al Evangelio y hacer de él la brújula de nuestra vida.
Después de la misa, Francisco rezó el ángelus. Su mensaje fue claro y directo, centrándose en dos de los grandes problemas que afectan al país.
FRANCISCO
Paz, paz para las naciones y también para la creación. No al armamentismo ni a la explotación de la casa común. Sí al encuentro entre los pueblos y las culturas; sí a la armonía del hombre con las criaturas.
En Papúa, además, la industria de la tala de árboles está arrasando el país. Se calcula que el 70% de esta práctica se hace de forma ilegal, sobrepasando incluso los derechos de propiedad de la tierra que tienen los indígenas locales.
Por otro lado, está la violencia entre las tribus, de la que ya habló Francisco al llegar al país. A esto se suma el hecho de que con el acceso libre a las armas y la evolución que han tenido en las últimas décadas, los combates tribales se hayan convertido en otro de los grandes problemas de Papúa. En febrero, por ejemplo, murieron 64 personas durante un asalto como consecuencia de estos enfrentamientos.
CA
