La población de Papúa Nueva Guinea reservó al papa una gran acogida. Las calles estaban engalanadas con decoraciones festivas.
El papa iba a hablar ante las autoridades de un país cristiano pero donde reinan las peleas tribales, la pobreza y la violencia. De hecho, uno de sus primeros mensajes fue para pedir la paz interna.
FRANCISCO
Espero, en particular, que cesen las violencias tribales, que causan por desgracia muchas víctimas, que impiden que se viva en paz y son obstáculo para el desarrollo. Hago, por tanto, un llamamiento al sentido de responsabilidad de todos para que se interrumpa la espiral de violencia y se inicie con decisión la vía que conduce a una colaboración fructífera.
Al mismo tiempo, desde uno de los países más pobres del mundo, el papa reflexionó sobre la importancia del bienestar social. Dijo que es importante mejorar las condiciones de vida de la población pero sin dejarse aplastar por ese deseo. De hecho, lanzó un mensaje para los países ricos.
FRANCISCO
La abundancia de bienes materiales, sin este respiro del alma, no basta para dar vida a una sociedad llena de vitalidad y serena, trabajadora y alegre. Es más, hace que se encierre en sí misma. La aridez de corazón le hace perder el rumbo y olvidarse de la justa escala de valores; le quita empuje y la bloquea hasta el punto – como ocurre en algunas sociedades opulentas – que termina por perder la esperanza en el futuro y no encuentra razones para transmitir la vida.
Durante la transmisión hubo algunos problemas técnicos y no se escuchó un llamamiento que hizo el papa para proteger a la mujer. Se trata de uno de los problemas sociales que afronta el país, muchas de ellas sufren violaciones constantes. Francisco se salió del discurso para poner el dedo en esa herida de Papúa Nueva Guinea.
JRB