Alemania cerraba la noche del 23 de agosto de luto. Tres fallecidos y ocho heridos con arma blanca en la ciudad de Solingen. El detenido, que se entregó a la policía, un sirio de 26 años.
El atentado fue reivindicado por el Estado Islámico al día siguiente. Así lo anunciaron en un medio afín al grupo terrorista.
“El autor del ataque contra una reunión de cristianos en la ciudad de Solingen es un soldado del Estado Islámico. Actuó para vengar a los musulmanes de Palestina y de todas partes”.
La Conferencia Episcopal alemana y la Iglesia evangélica no tardaron el condenar el ataque, el cual calificaron de “inhumano”. Lo hicieron con un comunicado conjunto.
Como iglesias, lloramos con las familias de las víctimas y rezamos por los heridos y los fallecidos. Nada puede justificar esta violencia desenfrenada. El atentado de Solingen nos permite asomarnos a un abismo de maldad y nuestra solidaridad se extiende a todos los que tienen que llorar la pérdida de vidas humanas.
Ambos agradecieron la labor policial y la de los servicios de emergencia. Sus palabras fueron claras: “Nadie debe sentirse solo ante un asesinato a sangre fría”.
CA