Muchos lo conocen de vista. Es el capuchino que en cada Viernes Santo se encarga de la predicación desde la basílica de San Pedro.
Se dice: “hay demasiada injusticia, demasiado sufrimiento en el mundo, para creer en Dios”. Es cierto, pero pensemos por un momento lo absurdo y desesperante que se vuelve el mal que nos rodea sin la fe, en un triunfo final de la verdad y del bien.
Juan Pablo II lo nombró Predicador de la Casa Pontificia en 1980. Benedicto XVI lo confirmó en el 2005 y más tarde Francisco también lo mantuvo en su puesto. Es más; lo creó cardenal de modo honorífico puesto que no podría entrar en un cónclave por motivos de edad.
En todo caso sus intervenciones no se limitan a los Viernes Santos. También se encarga de las prédicas de Cuaresma y Adviento que se en el Vaticano durante ese período litúrgico. En alguna ocasión incluso casi coincidió con el cumpleaños del papa.
Me han sugerido que, puesto que mañana es el cumpleaños de nuestro amadísimo Santo Padre, que recitemos juntos una Salve por él.
Cantalamessa además de predicador ha sido un prolífico escritor de espiritualidad. Y ha destacado por mantener un perfil discreto y acaparar poco protagonismo a pesar de ostentar el cargo que tiene desde hace cuatro décadas.
JRB
