De nuevo, lo ha vuelto a hacer.
Francisco volvió a salir del Vaticano para ir a la óptica. En vez de pedir al médico que fuera al Vaticano para examinarlo, fue él quien, como cualquier otro ciudadano, visitó al médico.
Y no uno cualquiera: uno de toda la vida. La Óptica Spiezia es uno de los negocio que lleva ahí plantado desde hace décadas y que los vecinos conocen desde siempre. Está en pleno centro. Allí ya fue en otra ocasión, por lo que el papa y la familia Spiezia se conocen desde hace tiempo.
LUCA SPIEZIA
Óptico
Con nosotros tiene una relación bastante cordial, o al menos se le ve en los ojos que se siente a gusto. Luego llega el momento en el que tenemos que trabajar pero después es muy placentero el poder charlar tranquilamente con él. Le gusta que le hagan bromas, entra en el juego y él mismo también las hace.
La visita no fue sorpresa. A la familia la avisaron un par de días antes. Luca dice que, desde el aviso y hasta que llega el papa, el nerviosismo está a flor de piel. Luego, llega el momento del control médico.
LUCA SPIEZIA
Óptico
Vemos cómo está la vista por precaución y luego él, como siempre, saca del bolsillo sus gafas de toda la vida y dice: por mí esta montadura va bien. Además la trato bien. Y lógicamente, llegado a ese punto, uno se tiene que adecuar a la decisión del Santo Padre y, por tanto, cambiaremos las lentes pero sin tocar la montadura porque no quiere saber nada de comprar una nueva.
De hecho, si hay algún mensaje que Francisco deja en este tipo de ocasiones es este: la sencillez y la cercanía.
JRB/SA
