Francisco llevaba desde 2017 sin presidir la celebración del Corpus Christi en San Juan de Letrán por diversos motivos, como el coronavirus o su estado de salud. Siete años después, ha vuelto a estar presente en esta tradicional misa; una de las pocas al año que preside el papa fuera de los muros vaticanos.
En la homilía, el papa reflexionó sobre el sentido de la Eucaristía.
FRANCISCO
Es el alimento de cada día, con el que llevamos al altar todo lo que somos y tenemos: vida, obras, éxitos y también fracasos, como simboliza la hermosa costumbre de algunas culturas donde recogen y besan el pan cuando se cae al suelo para recordar que es demasiado importante como para tirarlo, aunque se haya caído.
El pontífice también habló de la libertad. Señaló que esta no se encuentra en las cajas fuertes de los avariciosos ni en los sofás de los perezosos, sino en el cenáculo.
FRANCISCO
Hay alguno que dice que es libre quien solo piensa en sí mismo, quien disfruta de la vida, y quien, con indiferencia y tal vez con arrogancia, hace lo que quiere a pesar de los demás. Esto no es libertad. Esto es una esclavitud oculta, una esclavitud que nos hace aún más esclavos.
El pontífice también lamentó que el mundo de hoy esté destrozado por guerras y conflictos.
FRANCISCO
Vemos cada día demasiadas calles que tal vez una vez olían a pan horneado reducidas a montones de escombros a causa de la guerra, el egoísmo y la indiferencia. Es urgente devolver al mundo el olor bueno y fresco del pan del amor, para seguir esperando y reconstruyendo sin cansarnos nunca lo que el odio destruye.
Al concluir la misa, que celebró el cardenal Fernández, tuvo lugar la tradicional procesión por las calles de Roma hasta Santa María la Mayor. El papa fue directamente en coche y esperó junto al cuadro de la Salus Populi Romani la llegada de los peregrinos para impartir finalmente la bendición.
CA
