El papa aterrizó en la plaza de la cárcel de mujeres en Giudecca, Venecia. Las reclusas lo recibieron con efusividad.
En las instalaciones viven unas 80 mujeres. Francisco quiso saludarlas una a una y luego pronunció unas breves palabras en un tono muy distendido. El papa no respira bien todavía, pero humor y ánimo no parecen faltarle.
FRANCISCO
He querido encontraros al inicio de mi visita a Venecia para deciros que tenéis un lugar especial en mi corazón. Quisiera que viviéramos este momento no tanto como una "visita oficial". No como una visita oficial, sino como un encuentro en el que, por la gracia de Dios, nos regalamos tiempo, oración, cercanía y afecto fraterno.
Francisco subrayó que la vida en la cárcel es una dura realidad con problemas como la soledad y los episodios de violencia. Pero les animó a no perder la esperanza.
FRANCISCO
No cierren la ventana por favor, siempre miren el horizonte, siempre miren al futuro con esperanza. Me gusta pensar en la esperanza como un ancla, ¿saben? Que anclamos en el futuro y tenemos la cuerda entre las manos y vamos hacia adelante con la cosa anclada en el futuro.
El papa invitó a las presentes ha convertir la prisión en un “lugar de renacer moral y material”. Para ello, pidió que el sistema carcelario “ofrezca “a los detenidos un espacio de crecimiento”, que les permita una verdadera reinserción social.
Al finalizar el encuentro, Francisco entregó una imagen de la Virgen al centro penitenciario. Algunas de las reclusas le regalaron productos fabricados en la misma prisión y le dedicaron unas palabras entrecortadas por la emoción.
Su visita nos traerá… nos traerá… perdón, nos traerá muchas bendiciones, prosperidad, paz, amor, liberación para todo el mundo. Rogamos a Dios que nos dé con su visita mucha fuerza en el corazón. Le deseo tanta salud por el bien que nos ha hecho hoy. Muchas gracias Papa Francisco.
El papa quiso que su primer encuentro en Venecia fuera precisamente con ellas. En Semana Santa Francisco también visitó otra cárcel de mujeres; una que está en las afueras de Roma, para imitar el gesto de Jesús de lavar los pies a sus discípulos. Él lo hizo con las reclusas.
PA
