El Viernes Santo en la basílica de San Pedro comenzó con el papa Francisco sentado en su silla de ruedas, dedicando unos momentos a reflexionar en silencio ante un altar desnudo y vacío.
El papa presidió la liturgia de la Pasión del Señor, pero no pronunció ninguna reflexión. Siguiendo una tradición vaticana, en su lugar habló el predicador de la Casa Pontificia, el cardenal Cantalamessa.
Reflexionó sobre cómo la resurrección de Jesús fue una victoria distinta de lo que la gente había imaginado, distinta de las victorias de los emperadores romanos.
CARD. RANIERO CANTALAMESSA
Predicador de la Casa Pontificia
Hubo, por supuesto, un triunfo en el caso de Cristo, y un triunfo definitivo e irreversible. Pero, ¿cómo se manifiesta este triunfo? La resurrección ocurre en el misterio, sin testigos. Su muerte – hemos oído en el relato de la Pasión- fue vista por una gran multitud y en ella participaron las más altas autoridades religiosas y políticas. Una vez resucitado, Jesús se aparece solo a unos pocos discípulos, fuera del foco de atención.
Durante esta liturgia, hay un momento dedicado a venerar la cruz. El papa se levantó de su silla para besarla.
Este es el único día del año en que no hay misas en ninguna iglesia católica del mundo.
KG
TR: CA