Después de hablar de la gula y la lujuria llegó el turno de la avaricia. Para ilustrarla con crudeza el papa recordó la anécdota del entierro de un hombre rico.
FRANCISCO
Los comentarios de las personas que fueron eran: se ve que este hombre no tiene nada ahora. Ha dejado todo. Y luego, burlándose un poco decían: No, no, no. No podían cerrar el ataúd porque quería llevarse todo con él. Y esto provoca risa en los demás. La avaricia.
El papa recordó que la riqueza, sea mucha o poca se convierte en pecado cuando termina dominando a la persona y le roba su libertad. Esto es lo que le sucede a los avaros.
FRANCISCO
Se olvidan de la predicación evangélica, la cual no sostiene que las riquezas en sí mismas sean un pecado, sino que son una responsabilidad.
El papa recomendó lo que sugerían los santos monjes del desierto: meditar a menudo sobre la muerte porque ayuda a desenmascarar lo que llamó la “locura de la avaricia”.
Al terminar Francisco volvió a reclamar paz en Tierra Santa y, sobre todo en Ucrania, donde lamentó que los últimos ataques rusos se dirigieran a lugares frecuentados habitualmente por civiles.
JRB