Del 4 al 29 de octubre se desarrollará en Roma la primera Asamblea General del Sínodo de Obispos sobre la Sinodalidad. Un encuentro en el que participarán 365 personas, la mayoría obispos. Pero hay una novedad que ha despertado polémica. Y es el hecho de que por primera vez participará un grupo significativo de laicos y de mujeres con derecho a voto.
Entre los participantes se encuentran algunos obispos o laicos partidarios de cambiar la doctrina moral de la Iglesia y son los que más eco han encontrado en los medios informativos. Por ello, es preciso poner en contexto las cifras. Y es que hay que entender que la gran mayoría de esas 365 personas con voto en el Sínodo son obispos, fieles a la doctrina de la Iglesia, y han sido elegidos por sus respectivas conferencias episcopales.
El número de delegados depende de los católicos de cada país, así como de los elegidos directamente por el papa. Por este motivo los de Estados Unidos, Brasil, Italia o México, por poner algunos ejemplos, son los más numerosos.
Para tranquilidad de quienes temen por cambios en la doctrina, conviene saber que la Conferencia Episcopal Americana trae al Sínodo, entre otros, a uno de los obispos más brillantes y respetados del momento, Robert Barron. Es el creador de una plataforma de evangelización llamada ‘Word on Fire’ (la palabra en llamas, literalmente) y cuenta con más de medio millón de seguidores en YouTube.
El de Barron es un ejemplo interesante, porque numerosos medios informativos solo destacan la presencia de quienes se presentan con propuestas más heterodoxas. En su caso, Barron ha demostrado el atractivo de la doctrina tradicional de la Iglesia, utilizando la belleza y el arte que siempre ha estado vinculado a la Iglesia Católica.
Para quienes nos siguen desde España hay que decir que entre los tres obispos designados por la Conferencia Episcopal se encuentra el que fuera portavoz de la institución, Luis Arguello, actual arzobispo de Valladolid. Tanto él, como Jiménez Zamora, emérito de Zaragoza, o Francisco Conesa, de Solsona, son personas de buena formación teológica y nada rupturistas con la tradición.
Es cierto que hay países como Alemania, cuya Conferencia Episcopal envía delegados con una agenda que rompe con la tradición. Pero no representan una mayoría en Europa y hay que recordar que de este país también está invitado el cardenal Muller, un fiel seguidor de Benedicto XVI, que fue prefecto de Doctrina de la Fe.
Hay que recordar que Alemania envía solo tres delegados, el mismo número que Polonia, donde mantienen una posición muy alejada de sus vecinos. Y también son dos menos que Italia, que cuenta con cinco obispos elegidos por su Conferencia Episcopal en el Sínodo, ninguno de ellos conocido por ser rupturista.
A todo esto hay que añadir que Iglesia ya no es un reflejo de la Vieja Europa. África es un continente importantísimo y con una fidelidad a la tradición que no concuerda con quienes se acercan a la cultura ‘gender’ en Europa. También Asia y Oceanía presentan obispos con un gran apego a la tradición, especialmente por su situación de minoría que debe defender con coraje sus propuestas.
En cualquier caso, el Sínodo de la Sinodalidad no está planteado para cambiar ninguna doctrina. Sí pretende cambiar el modo de participación. Y ya lo ha hecho, desde el momento en que 54 mujeres tienen voz y voto en este Sínodo universal. Lo normal es que se encuentren formas de participación femenina en las iglesias locales. Ahí está uno de los puntos clave de este Sínodo, que no rompe con la doctrina tradicional de la Iglesia.
Y por último, hay que recordar que ahora, en este mes de octubre, se celebra una primera asamblea general. En octubre de 2024 se celebrará la segunda y final. Las conclusiones de este Sínodo llegarán al Papa, quien tendrá la última palabra sobre los contenidos finales. Queda aún mucho trabajo, y mucho debate por delante.