Durante su encuentro con los voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud, un joven explicó que cada uno había visitado a alguien necesitado y que, después, esa persona escribió su nombre en una pulsera para llevarla durante toda la semana.
A continuación, saludó al papa junto a dos jóvenes. Una de ellas regaló a Francisco una pulsera y se la puso en la muñeca.
Visitamos hospitales, prisiones, residencias de ancianos, centros de apoyo a personas con discapacidad. Para llevar con nosotros a las personas que visitamos, pedimos a cada una que escribiera su nombre en una pulsera. Esa pulsera con dicho nombre estuvo en las muñecas de nuestros voluntarios durante la semana de la Jornada Mundial de la Juventud.
Santo Padre, con este gesto, hicimos lo que pediste a nosotros en esta Jornada Mondial de la Juventud de no olvidar que tenemos un nombre que Dios llama, de saber que con ese nombre cambiar el mundo sin miedos y saber que para cambiar el mundo tenemos que tener raices porque para Dios y para el papa cuentan todos, todos, todos.
KG
TR: CA