El ambiente en Fátima era distinto. Se respiraba alegría por la llegada del papa pero se lloraba de emoción en silencio.
De camino al lugar de las apariciones a Francisco le regalaron flores y también hubo momentos entrañables como este diálogo con un niño.
Francisco se acercó en silla de ruedas a los pies de la Virgen y ahí rezó en silencio durante unos minutos. Durante ese tiempo toda la esplanada enmudeció.
Luego todos rezaron el rosario. Hubo momentos conmovedores, porque hubo misterios dirigidos por personas con alguna discapacidad.
Al terminar Francisco hizo esta reflexión. Dijo que la estructura de la capilla de las apariciones es un reflejo de lo que tiene que ser la Iglesia. Un lugar sin puertas, al abierto, donde todos pueden entrar y ser acogidas.
FRANCISCO
La Iglesia no tiene puertas para que todos puedan entrar... y aquí también podemos insistir en que todos puedan entrar porque esta es la casa de la Madre y una madre siempre tiene un corazón abierto para todos sus hijos. Todos, todos, todos, sin exclusión.
Luego pidió a los presentes confiar en la Virgen. Dijo que ella ayuda a llegar a Dios y a que Dios llegue a los corazones de cada uno.
FRANCISCO
Hay tantas advocaciones de María pero una que podemos también decir – también, pensando - es esta: la Virgen que sale corriendo. Cada vez que hay un problema, cada vez que la invocamos no tarda, viene, se apura. Nuestra Señora Apurada. ¿Les gusta eso? Lo digamos todos juntos. “Nuestra Señora Apurada”. Se apura para estar cerca de nosotros.
Luego salió de la capilla, de nuevo entre la gran emoción de todos los presentes para regresar a Lisboa y afrontar uno de los puntos culminantes de la JMJ: la vigilia con los jóvenes.
JRB