El segundo testimonio en la Vigilia de la JMJ en Lisboa fue el de Marta, mozambiqueña de 18 años.
Describió cómo tuvo que huir de su casa con su familia después de que su pueblo fuera atacado dos veces por terroristas.
Me llamo Marta. Tengo 18 años. Vengo de Mozambique, de la provincia de Cabo Delgado, donde nos enfrentamos a una guerra que dura ya cinco años. Soy del distrito de Muidumbe, en una región llamada Planalto do Povo Maconde. Solía asistir a la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús o también conocida como Misión de Nangololo. Vengo de una familia sencilla y pobre. Perdí a mi padre muy pronto, solo tenía siete años. Tras la muerte de mi padre, continuamos nuestra misión: mi madre con sus cuatro hijas. Estudié en la escuela de la comunidad y participé en la vida de la parroquia, donde fui monaguillo y también asistí a las reuniones para confirmarme.
En la región del norte, donde vivíamos, oíamos hablar de los atentados terroristas que estaban teniendo lugar en otras localidades cercanas a nuestro distrito, pero no imaginábamos que también nos atacarían a nosotros.
atacados. El 07 de abril de 2021, por la mañana, los terroristas atacaron nuestro pueblo. Huimos con toda nuestra familia al monte. Permanecimos escondidos durante cuatro días. Cuando supimos que los terroristas se habían marchado, volvimos a casa. Pasamos el día en casa y, por la noche, por miedo, volvimos a dormir en el monte.
Rezamos mucho pidiendo a Dios que nos librara de todo mal, y que el Señor nos diera fuerzas para superar aquel momento de dificultad. No dormimos en toda la noche, no dejamos de rezar avemarías y padrenuestros, pidiendo al Señor que no ocurriera lo peor en las casas de la gente. Después del atentado de abril continuamos nuestra vida en el pueblo, pero el 31 de octubre de 2021 los terroristas volvieron a atacar. Este ataque fue muy grande. Huimos de nuevo al monte. Caminamos mucho sin saber qué hacer. No teníamos comida ni agua. Estábamos muy hambrientos. Los terroristas nos encontraron en el monte y nos dispararon. No le hicieron nada a nuestra familia, pero sentimos mucho miedo y huimos.
Con mucha dificultad conseguimos llegar a la provincia de Nampula, donde nos acogieron unos familiares. Cuando estábamos en el monte, rezábamos mucho. En ningún momento perdimos la fe. Pedimos a Dios que nos ayudara y se llevara todo el mal del mundo y que la gente que estaba provocando esta guerra cambiara de vida.
La guerra cambiaría sus vidas. La gente de nuestros pueblos está toda dispersa. Nos han acogido bien en las parroquias donde fuimos a vivir, pero echamos mucho de menos nuestro pueblo y nuestras costumbres, canciones y bailes. Pero en medio de todo el sufrimiento nunca hemos perdido la fe y la esperanza de que un día reconstruiremos nuestras vidas de nuevo.
KG
TR: CA