Tras concluir su apretada mañana de eventos oficiales y encuentros privados, y horas antes de que comenzase el viacrucis, Francisco repetía algo que se ha convertido en tradición en cada JMJ: compartir el almuerzo con jóvenes.
Lo hizo en la nunciatura apostólica con un grupo de seis chicas y cuatro chicos, de entre 24 y 34 años, de diversos países: Portugal, Brasil, Filipinas o Palestina.
En la mesa, se podían ver platos de pan, patatas fritas y raviolis con tomate. Junto al papa y el grupo de 10 jóvenes, también estaban el cardenal-patriarca de Lisboa y el obispo auxiliar de la ciudad, Amèrico Aguiar. Entre los temas tratados, la eutanasia, el aborto y el cuidado de los abuelos.
Los jóvenes quisieron entregarle algunos regalos al papa: cartas y obsequios de sus países. También una camiseta firmada por todos aquellos que están trabajando en la organización de la JMJ.
Hay un dicho muy importante: “A las visitas, siempre hay que acompañarlas a la puerta”.
Y así terminó la comida, no sin antes hacerse una foto con el pontífice.
CA