Francisco llegó en silla de ruedas a la Universidad Católica Péter Pázmány. Tiene ese nombre en honor a un jesuita húngaro creado cardenal por Urbano VIII.
Francisco escuchó los testimonios del rector de la universidad.
De Balázs Major, un reputado arqueólogo profesor del centro.
Y de una estudiante de doctorado.
Luego, una cantante y una pianista interpretaron una breve pieza para el Papa.
En su discurso, Francisco recordó el pensamiento del sacerdote alemán Romano Guardini, quien advertía sobre el peligro de que la técnica dominara la vida humana.
FRANCISCO
Cuántos individuos aislados, con mucha vida social pero poco sociales, recurren en un círculo vicioso al consuelo de la técnica como relleno del vacío que sienten. Corren todavía a un ritmo más frenético mientras, víctimas de un capitalismo salvaje, sienten más dolorosas sus propias debilidades en una sociedad donde la velocidad exterior va de la mano con la fragilidad interior.
El Papa habló también del libro “El Señor del mundo”, de Robert Benson. Es una distopía sobre un mundo dominado por la técnica en la que, al final, todas las personas están tristes.
Francisco explicó que en esta ficción se impone el aborto, la eutanasia y se eliminan los idiomas e identidades nacionales a favor de un consenso que es, en realidad, una persecución a la diferencia.
Con un discurso inesperadamente pesimista del Papa en el que pidió disculpas varias veces, ofreció la cultura como antídoto a estos peligros. Recordó que según el Concilio Vaticano II, la cultura favorece la admiración, la intuición, la contemplación y permite crear un juicio propio y una profundidad religiosa y moral.
También insistió en el peligro de las ideologías recordando la historia del país que le acogía.
Finalmente el Papa dijo que la única libertad está en Jesucristo y bendijo a todos los asistentes antes de volver a Roma.
RM