Por segundo año tras la pandemia, el Coliseo de Roma albergó el Via Crucis del Viernes Santo.
Pero esta vez, debido al frío en la ciudad, Francisco siguió el evento desde su residencia en Casa Santa Marta, en el Vaticano.
El Papa eligió como lema “Voces de paz en un mundo en guerra”. Las meditaciones giraron en torno a los testimonios que Francisco escuchó durante sus eventos y viajes apostólicos. Fueron escritas por hombres y mujeres que habían sufrido la pobreza, la injusticia o la violencia.
Una de esas voces fue de una migrante de África Occidental. Describió su ruta migratoria como otro Via Crucis y pidió paz y hospitalidad para todos los migrantes.
Cada día le preguntaba a Dios por qué. ¿Por qué hombres como nosotros deben considerarse enemigos? Muchas personas que huyen de la guerra llevan una cruz como la mía.
Un grupo de jóvenes centroamericanos escribieron otra meditación. Expresaron su deseo de un mundo en paz y señalaron que este comienza por uno mismo a pesar de las contradicciones del mundo.
Estamos cargados con este compromiso. No queremos violencia, pero en las redes sociales atacamos a quien no piensa como nosotros. Queremos una sociedad unida, pero no nos esforzamos por entender al que tenemos a nuestro lado. Peor aún, descuidamos a quien nos necesita.
Al igual que el año pasado, una de las estaciones corrió a cargo de rusos y ucranianos. Contaron los retos que sufren y a quienes han perdido tras un año de invasión. Y rezaron juntos por la paz.
El Via Crucis terminó con una oración y 14 “gracias” en memoria del sacrificio de Jesús en la Pasión.
KG
TR: RM