Tras las puertas de este monasterio romano viven Maria Chiara y Annalisa Maria, hermanas agustinas. Saben que su decisión de entrar en un convento puede resultar chocante en la era de la redes sociales, pero aseguran que tienen sus motivos.
ANNALISA MARIA GENNARI
Hermana agustina
¿Por qué aquí y por qué en un monasterio de clausura? Al inicio yo no lo sabía, solo sentía una gran atracción. Hoy puedo decir, después de unos nueve años, que Dios conoce bien mi corazón, que es terriblemente inquieto como el de Agustín, y que esta vida, la clausura, no es simplemente una limitación física, sino un horizonte teológico.
La otra religiosa, Maria Chiara Ciccotelli, reconoce que la clausura es un espacio cerrado pero señala que al mismo tiempo abre horizontes insospechados.
MARIA CHIARA CICCOTELLI
Hermana Agustina
La clausura es lo que limita nuestra vida en sentido horizontal, pero nos da la hondura de las relaciones, tanto con nuestras hermanas como con Dios, los demás o con nosotros mismos. Nos permite ir al fondo de las cosas.
Se trata de un modo de ver las cosas sobre el que el papa Francisco ha hecho hincapié en los últimos años.
FRANCISCO
A veces corremos el riesgo de concebir nuestra vocación en términos de resultados, de metas y de éxito. Nos movemos en busca de espacios, de notoriedad, de números. Es una tentación. El Espíritu, en cambio, no nos pide esto. Desea que cultivemos la fidelidad cotidiana, que seamos dóciles a las pequeñas cosas que nos han sido confiadas.
Maria Chiara y Annalisa ahora viven en pleno centro de Roma. En el monasterio de los Santos Cuatro Coronados, que se construyó en el siglo V, sobre los restos de una domus romana. En 1564, el Papa Pio IV restauró el edificio y lo habilitó para que las agustinas cuidaran de niños huérfanos. Desde 1872 se ha convertido en una residencia de las monjas de clausura.
JRB/PA