Las palabras de Francisco sobre la salud de su predecesor hicieron saltar todas las alarmas sobre el estado de salud del papa Emérito.
Fuentes vaticanas señalan que ya a principios de diciembre, coincidiendo con los premios Ratzinger, los médicos de Benedicto XVI habían detectado un debilitamiento de los músculos del tórax. Como consecuencia, esto le producía dificultades a la hora de respirar y de hablar.
De hecho, quienes fueron a visitarlo con motivo de estos premios afirmaron que le costaba mucho hablar y que apenas se le podía escuchar porque tenía un hilo de voz, pero que, a pesar de su aspecto débil físicamente, la cabeza la tenía muy lúcida.
Benedicto XVI ha estado delicado de salud durante muchos años. Cuando era prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, presentó su renuncia al Papa Juan Pablo II tras tener un infarto de corazón.
Esto hizo que al Papa Emérito se le instalase un marcapasos en 2003, dos años antes de ser elegido en el cónclave.
Ya en 2014, diez años después, el portavoz en ese tiempo de la Santa Sede, Federico Lombardi, explicaba que el pontífice se había sometido a una operación rutinaria para sustituirlo por otro.
En estos momentos, Benedicto está en el monasterio Mater Ecclesiae, dentro del Vaticano, donde está siendo antendido en todo momento por un equipo sanitario entre el que se encuentra el cardiólogo Patrizio Polisca, su médico personal, que era el que le acompañaba en los viajes internacionales.
CA