Francisco entró caminando con bastón en el Aula Pablo VI. Retomó sus catequesis justo donde las dejó antes de viajar a Canadá: centradas en los abuelos y los ancianos. El Papa les dijo que, si realmente creen en Dios, conseguirán ser felices en sus últimos días.
FRANCISCO
La ancianidad es el tiempo propicio para dar testimonio emocionado y feliz de esta espera. El anciano o la anciana están a la espera, a la espera de un encuentro.
¿Cuál es el destino de la vida? Un sitio en la mesa de Dios, en el mundo de Dios.
Francisco insistió en que “una vejez que se consume en el desconsuelo de las oportunidades perdidas trae el desconsuelo para uno mismo y para todos”. Y que, en cambio, “la vejez vivida con dulzura y respeto por la vida” disuelve las lógicas de poder egoístas.
También pidió a las iglesias locales que cuiden y promuevan el ministerio de los ancianos, que es precisamente la espera de Dios. A su juicio, pueden ser de mucha ayuda a los jóvenes.
FRANCISCO
La vejez conoce definitivamente el sentido del tiempo y las limitaciones del lugar en el que vivimos nuestra iniciación. La vejez es sabia por esto. Los viejos son sabios por esto.
Según Francisco, la vejez es noble y no necesita maquillarse para fingir su nobleza. Y tiene un modo muy especial de vivir la alegría: celebrar el paso del tiempo porque, para quienes tienen fe en la vida eterna, lo mejor de todo viene después.
FRANCISCO
El tiempo pasa, sí, pero esto no es una amenaza. Es una promesa.
Francisco pidió de nuevo por la paz en Ucrania y se despidió de cada uno de los grupos de peregrinos con la ayuda de traductores. A los peregrinos en lengua árabe les repitió un fragmento de su catequesis que provocó las sonrisas de los asistentes.
FRANCISCO
Parar el tiempo, esto es, querer la eterna juventud, el bienestar ilimitado, el poder absoluto... No solo es imposible, ¡es delirante!
Por último saludó personalmente a algunos pocos peregrinos que vinieron a verle de todas partes del mundo con algunas historias muy especiales.
Rodrigo Moreno Quicios