Los Juegos Olímpicos de Tokio reúnen a atletas de todos los países del mundo, y también a aquellos que no tienen bandera porque tuvieron que dejar su lugar de origen en busca de seguridad.
El Equipo Olímpico de Atletas Refugiados debutó en los Juegos de Río de 2016 y ahora se presenta en Tokio con 25 deportistas.
Son representantes de la difícil situación de los refugiados en todo el mundo y llevan adelante los sueños de sus familias, que los alientan desde ciudades y pueblos desde la distancia.
Anjelina Nadai Lohalith huyó de la guerra en Sudán del Sur cuando tenía seis años y no ha vuelto a ver a sus padres desde entonces. Ahora busca el oro en la carrera de 1.500 m en Tokio.
MARY NATUKOI VICTOR
Tía de Anjelina Lohalith, atleta olímpica
“Ella es un modelo a seguir. Me inspira mucho. Si fuera joven, me hubiera encantado ser atleta. Sigo animando a mis hijos a que admiren a Anjelina y puedan viajar y ver el mundo como ella lo ha hecho'.
Paulo Amotun también huyó de la guerra en Sudán del Sur con su hermana Regina, quien tiene un mensaje para él antes de que compita en los Juegos de Tokio.
REGINA LEAH
Hermana de Paulo Amotun, atleta olímpico
“Rezo para que consigas una buena posición durante la maratón, estaré muy feliz. Te animo y rezo para que Dios te guíe hacia la victoria”.
El Papa Francisco muchas veces ha destacado que el deporte es oportunidad de desarrollar valores firmes y que es ejemplo de superación de desafíos.
FRANCISCO
“Representa un desafío al que todos estamos llamados, no sólo los atletas: el de asumir el cansancio, el sacrificio para conseguir las metas importantes de la vida, aceptando los propios límites sin dejarse paralizar por ellos y superándolos”.
Este equipo coloca la resiliencia y la fortaleza de los refugiados en el mayor escenario mundial. Ahora en Tokio estos deportistas compiten por poner por primera vez a un refugiado en el podio olímpico.