A esta casa de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en Roma acuden personas sin recursos, madres solteras e inmigrantes para recibir ayuda.
Pero también se ha convertido en un centro de peregrinación. El motivo es este.
Se trata de la camiseta que Juan Pablo II llevaba en el día que le dispararon en 1981.
SOR MARIA ROSARIO
Hijas de la Caridad San Vicente de Paúl
“Es una reliquia en la que todavía se ven las manchas de sangre del Papa y se pueden distinguir tres agujeros. Son tres agujeros causados por las balas. No porque fueron tres sino porque la camiseta estaba doblada en aquel punto a causa del movimiento de la persona”.
De cómo esta reliquia llegó hasta este lugar a escasos 3 kilómetros del Vaticano nos lo cuentan las propias religiosas.
Todo empezó con esta mujer: Anna Stanghellini, la enfermera que guardó durante años en su armario esta reliquia.
SOR MARIA ROSARIO
Hijas de la Caridad San Vicente de Paúl
'En el quirófano cortaron esta camiseta en dos partes y la tiraron al suelo porque debían operar al Papa. Cuando terminaron, ella se dio cuenta de que la camiseta seguía ahí y que seguramente terminaría en la basura. Y decidió recogerla'.
Tiempo después, la enfermera entregó esta camiseta a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl de esta comunidad a la que se sentía tan unida.
Desde entonces aquí vienen peregrinos para rezar, pedir favores a Juan Pablo II o agradecerle su ayuda. Hay muchas historias conmovedoras.
SOR MARIA ROSARIO
Hijas de la Caridad San Vicente de Paúl
“Una mujer me dijo que deseaba tener un hijo pero no lo conseguía. Y venía aquí a rezar casi todos los días. Finalmente se quedó embarazada, pero los médicos le dijeron que ella y su hijo corrían un gran peligro. Ella y su marido pidieron un milagro a Juan Pablo II. Al final nació el niño y está bien de salud. Ella también. Como nombre le pusieron Juan Pablo”.
La intuición de Anna Stanghellini ha servido para que ahora se conserve uno de los principales recuerdos de Juan Pablo II.
Es la reliquia que tuvo mayor contacto directo con la piel del santo, nunca mejor dicho, hasta el punto de se impregnó con su sangre.
Javier Romero
AA