De vuelta a Bagdad Francisco presidió una misa en la catedral de San José junto a la pequeña y diezmada comunidad cristiana que permanece en Irak.
El edificio no tiene capacidad de las grandes catedrales de otros continentes. Pero se respiraba la calidez familiar a la que el Papa contribuyó con su homilía sobre las bienaventuranzas.
FRANCISCO
Querida hermana, querido hermano, quizás miras tus manos y te parecen vacías, quizás en tu corazón serpentea la desconfianza y sientes que la vida te ha dado la espalda. Si es así, no temas. Las bienaventuranzas son para ti, para ti que estás afligido, hambriento y con sed de justicia, perseguido.
En su discurso sobre las bienaventuranzas Jesús pone a los pobres, a los que lloran y a los abandonados en el centro. Por eso, el Papa dijo a los cristianos de Irak que Dios no se ha olvidado de ellos.
FRANCISCO
El Señor te promete que tu nombre está escrito en su corazón, en los Cielos. Y yo le doy las gracias con vosotros y por vosotros, porque aquí, donde en la antigüedad surgió la sabiduría, en estos tiempos han surgido testigos, a menudo olvidados por las noticias, pero preciosos a los ojos de Dios.
El Papa dirigió un mensaje de esperanza a los cristianos que sufrieron una de las persecuciones más crudas y sangrientas de los últimos años.
FRANCISCO
La propuesta de Jesús es sabia, porque el amor, que es corazón de las bienaventuranzas, aunque parezca débil a los ojos del mundo, en realidad vence. Es el mismo amor que hizo a los mártires victoriosos en la prueba, y a cuantos hubo en el último siglo, más que en los precedentes.
La ceremonia siguió el rito caldeo, uno de los más antiguos del cristianismo y que se ha ido enriqueciendo con el paso de los siglos. Ahí la música tiene un papel protagonista.
Esta fue la primera ceremonia que el Papa pudo celebrar con la comunidad cristiana de la región. El presidente de Irak, que no es cristiano, estaba presente.
Javier Romero