El Papa llegó la ciudad santa de Náyaf, la tercera más importante para los musulmanes chiítas, ya que aquí se encuentra la tumba del yerno de Mahoma, un gran punto de peregrinaje musulmán.
Allí fue recibido las autoridades y estos niños que le obsequiaron rosas con los colores de la bandera vaticana.
Luego, en otro punto de la ciudad se liberaron unas palomas blancas, símbolo de paz.
Tras recorrer las estrechas calles de Náyaf, el Papa llegó a la residencia del Gran Ayatolá Ali Al-Sistani, líder de la comunidad chiíta iraquí, más del 60% de su población. Figura clave para el diálogo con el chiísmo, una de las dos ramas principales del Islam.
El encuentro, de unos 45 minutos, se desarrolló en esta humilde casa donde el líder religioso recibe a personas de toda clase y condición.
Francisco destacó la importancia de la amistad entre religiones para cultivar el respeto y el diálogo, que contribuyan al bien de Irak, de la región y de toda la humanidad.
También, el Papa agradeció al Gran Ayatolá y a los chiítas que levantaran su voz en defensa de los más débiles y perseguidos frente a las dificultades de los últimos años.
El líder chiíta, por su parte, afirmó su interés en que 'los ciudadanos cristianos vivan como todos los iraquíes en paz y seguridad, preservando todos sus derechos constitucionales'.
En 2014, Ali Al-Sistani condenó al ISIS. Una decisión clave para la caída del autoproclamado Estado Islámico. Fue la prueba de que su influencia moral es crucial en el mundo islámico y de que hay base para iniciar un diálogo.
Daniel Díaz Vizzi