El rostro de Nyal Chol Liech Muon, madre de cuatro pequeños y viuda, refleja el sufrimiento de toda la población de Sudán del Sur.
El país vive los niveles más altos de inseguridad alimentaria desde que declaró su independencia hace una década, con zonas de difícil acceso y 6 regiones en riesgo de hambruna. A lo que se suman las trágicas inundaciones.
NYAL CHOL LIECH MUON
“Estaba desesperada cuando llegaron las inundaciones. Nadie me ayudó. Mi marido murió en los combates. Todos los habitantes de la zona huyeron y yo me quedé sola con mis hijos, pero decidí quedarme. El miedo a quedarme sin hogar y a que mis hijos tuvieran que mendigar comida era mayor que mi miedo a las inundaciones”.
Una historia similar es la que tiene sobre la espalda Kavagoch Koli, madre de cinco pequeños e igualmente viuda.
KAVAGOCH KOLI
“Cuando la comida se acaba y las ollas están vacías, la vida se vuelve muy dura para nosotros”.
Las inundaciones han incrementado a 800.000, respecto a 2020, la cifra de personas que urgen ayuda humanitaria en Sudán del Sur. Elevando el total a 8,3 millones de necesitados.
Una de las organizaciones que batallan allí es Naciones Unidas, a través del Programa Mundial de Alimentos.
DAVID BEASLEY
Director Ejecutivo, Programa Mundial de Alimentos
“Esta aldea de unas 8.000 personas no sobreviviría si no fuera por el Programa Mundial de Alimentos. Esperamos poner fin al conflicto y trabajar con los líderes tribales y la comunidad para construir una represa de tal manera que no tengamos que regresar a este punto. Ahora mismo, apenas se sobrevive, si no estuviéramos aquí, la gente estaría muriendo; ahora mismo habría hambruna”.
A este escenario se suma que entre enero y octubre de 2020 unas 2.000 personas murieron en medio de los episodios de violencia en el país. Al clamor de la población se unió el Papa Francisco, en 2019 convocó a los líderes del país al Vaticano. Allí les besó los píes para pedirle “de corazón” que trabajen por la paz en la nación más joven del mundo.
Daniel Díaz Vizzi