Según el Evangelio de Mateo, varios sabios o magos siguieron el camino que les marcó una estrella, hasta llegar a Belén, donde conocieron al Niño Jesús y a su Madre. Aunque no aclara cuántos eran, tradicionalmente se habla tres, pues la Biblia enumera tres misteriosos regalos: oro, incienso y mirra.
En muchos lugares del mundo los conocen como Melchor, Gaspar y Baltasar. Pero no siempre los llamaron así.
Pasaron los siglos, pero se mantuvo su memoria. Marco Polo vio sus tumbas en la actual Irán. Desde allí sus reliquias fueron llevadas primero a Constantinopla y luego a Milán, donde estuvieron varios siglos. Allí recibieron estos tres nombres: Dionisio, Rústico y Eleuterio.
En el año 1164, Federico Barbarroja quiso tener cerca las reliquias y ordenó que las mandaran a Colonia, Alemania. Allí siguen, en un imponente relicario dentro de la catedral, y hasta allí peregrinan cientos de miles de personas cada año. Benedicto XVI los visitó en 2005, durante la Jornada Mundial de la Juventud.
Hoy en día, millones de cristianos los recuerdan en la fiesta de la Epifanía. Como dijo Benedicto XVI, sus reliquias son un recordatorio del maravilloso viaje que hicieron y de 'su testimonio de fe, esperanza y amor'.
CT/JMB